20 feb 2010

La Señora Cura

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Entremés en un cuadro... dramático.


  Alguna parroquia de Alemania.

Oficina parroquial.

Sentada al escritorio la Sra. Cura, inclinada, con los codos apoyados, sosteniéndose la cabeza y sus dedos entremezclados con mechones de pelo. Impresiona estar al borde de un ataque de nervios. Suena el teléfono. Atiende Celio, el secretario parroquial, un joven modoso (de finos modales).

Celio - ¡Por favor, no insista, la Señora cura no está! (cuelga el teléfono). Odio mentir...

Sra. Cura - Ya te dije que no mentís. Vos tenés que pensar "la Sra. cura no está acá, o sea, en la silla que estoy mirando". A todo esto, ¿quién era, Celio?

Clelio - La que quiere que vaya a darle la extremaunción al marido porque se está muriendo.

Sra. Cura - Esa pesada otra vez. ¿Que quiere que le haga? Yo no puedo salir a la calle con estos pelos así, todos florecidos. No quiero estar en boca de todas las párrocas y menos de la pastora luterana de la vuelta, ¡esa bruja! Si llama de nuevo decile que le puedo mandar la absolución por teléfono, ¿qué se yo?... inventá algo...

Celio - Si, Sra. cura. Lamento recordarle que esta tarde viene S.E. el señor Obispo.

Sra. Cura - ¿¡El obispo!? ¡Qué horror! Y yo que no tengo nada que ponerme. El muy amarrete no me manda un peso y con los miserables estipendios de la misas no puedo vivir. ¿Qué hago, qué hago?

Celio - Bueno Sra., no se ponga así. Le damos una buena planchadita al tallieur negro y un poco de apresto al alzacuellos.

Sra. Cura - Ni lo sueñes. No me hace juego con los aros. Encima, cada vez que muevo la cabeza los golpeo y el ruido me pone loca. Ni hablar.... Pensá en otra cosa.

Celio - Cálmese, Sra. Cura, que le va a volver la jaqueca.

Sra. Cura - Como me voy a calmar. ¿Cuándo será el día que seamos obispas? Van a aprender esos. (Cara de sorpresa, se ha dado cuenta de algo importante) Pero... ¿cómo...? ¿Hoy no es viernes?

Celio - Si Sra. Cura, toooodo el día...

Sra. Cura - Y ¿por qué viene hoy?

Celio - (Con sorna, como repitiendo algo obvio) Porque mañana empieza el campeonato Apertura y va a ver el partido por televisión...

Sra. Cura - Tenés razón... Quiere quedar libre para ver el fútbol... ¡y yo que reviente!

Celio - (Usando el mismo tono, pausando burlonamente las frases) Sin embargo - él le avisó - hace más de una semana - que venía - hoy viernes...

Sra. Cura - ¡El muy... atorrante!

Celio - ¡Ay, no diga eso del Monse, que es un dulce!

Sra. Cura - Vos calláte o te echo a patadas de la parroquia. Nunca puedo estar segura de tu lealtad. Ese te compra con cualquier pavada.

Celio - Cualquier pavada no. Los bombones que me trajo la vez pasada eran exquisitos.

Sra. Cura - (Repite imitando en tono de burla) ¡Ex-quisi-tos! Sos un groncho (persona que es de baja calaña, de bajo nivel.). Era un chocolate de cuarta, grasa pura. Todavía no pude sacarme las manchas de los dedos, ni con quitaesmalte de uñas.

Celio - (Con pícara complicidad) Entonces fue Ud. la que me robó los que me faltaron.... ¿No estaba a dieta?

Sra. Cura -¿Dieta? ¡Maldita dieta!

Clelio - Nooo, no. Una Sra. Cura no debe maldecir. Admita que se dejó tentar.

Sra. Cura -¿Tentar...? (Suspira desolada). Tentar es poco... casi me como hasta los cartones. Es que no podés vivir a dieta. Me mato de hambre y no hay roquete que me caiga bien. (Con voz suplicante) ¡Decime como hacés, Celio! Vos te comés todo y estás hecho un espárrago.

Celio - Ya se lo dije, la dieta de la luna...

Suena el teléfono nuevamente. Celio se apresura a atender. Es el obispo.

Celio - La Sra. Cura no está, monseñor.

Sra. Cura - ¿Cómo que no estoy? ¡Sí estoy, tarado!

Celio - Sí está, monseñor. Termina de sacarse los ruleros y lo atiende.

Sra. Cura - ¡Pedazo de imbécil! No, Ud. no, monseñor. Le decía a Celio... (silencio, como escuchando) sí, ... sí, es que lo estoy ejercitando en la humildad... entiendo monseñor. (Pausa larga. Se le ilumina la cara de alegría. Con voz de profunda congoja.)

Sra. Cura - ¡No lo puedo creer, monseñor! No lo puedo creer. ¿Y cómo fue? Pisó mal... (está a punto de largar la carcajada. Celio pone cara de angustia creciente). Esguince, sí... me imagino, dolorosísimo. Pero ¡qué horror! ¡Seis semanas! Entiendo. Me imagino que todas las párrocas podremos firmarle el yeso. (Celio hace gestos desesperados, como los chicos del colegio cuando quieren ir al baño). ¿Y Celio también? ¿Sí? (Celio entra en éxtasis). Adiós monseñor, que se reponga pronto. No sabe como lo extrañamos. Adiós. (Cuelga el teléfono). ¡Se hizo justicia!.. a medias. El muy cretino tendría que haberse quebrado. Bueno, me voy a la peluquería para recuperar mi autoestima.

Celio - Pero Sra. Cura, pronto va a ser la hora de la misa de la tarde...

Sra. Cura - Hacé vos una paraliturgia o suspendéla, decí algo... decí que tengo una horrible jaqueca. No sé, inventá algo. Me voy..

Telón. Por el foro sonidos de trompetas...
  Se anuncia la Segunda Venida.

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