30 jun 2010

Sobre el feminismo (I, II y III)

libertaddigital.es 

3 de Junio de 2010 - 08:54:24 - Pío Moa

224095_balanzahombremujer En septiembre de 1988 publiqué en la revista Tanteos, del Ateneo de Madrid, un ensayo sobre (contra) el feminismo, que después reproduje en La sociedad homosexual y otros ensayos, de Criterio Libros, y más recientemente en La democracia ahogada, de Libros Libres. Ahora lo expondré por partes en el blog. Creo que este ensayo ha sido el primero, y por muchos años el único, escrito en España contra el feminismo (más recientemente ha escrito un libro de gran interés Jesús Trillo). Al revés que los libros sobre la guerra civil, no dio lugar, sorprendentemente, a alguna andanada de insultos y descalificaciones, pero sí a un silencio que no fue en absoluto intencionado, sino una muestra más de la decrépita atonía intelectual que vive desde hace muchos años un país sumido en la “cultura” de la trola y la impostura. El sentido crítico ha desaparecido, o casi, sustituido por alternativas de injurias, maledicencia y desinterés, todo ello en un plano muy romo y pedestre.

feministas-e-sufragetes Si alguien predicase que andar erguido sobre los pies constituye una imposición cultural perfectamente abolible, y encontrase en ella la causa de los frecuentes dolores de espalda y desviaciones de la columna vertebral, y propusiera que para salir de tales miserias lo ideal –y natural—sería andar a cuatro patas, chocaría de entrada con la irrisión, aunque quizá no generalizada. Si, además, dramatizara los daños de la columna vertebral, abundando en los casos más espeluznantes, e insistiera en que la costumbre de andar erguido nace del interés de inmemoriales opresores, y arguyese que derrotando a los defensores de tal imposición cultural se adelantaría un largo trecho no solo en la supresión de los dolores de espalda sino en la emancipación humana, ya tendría el predicador esperanza de hallar simpatías. Y si, encima, identificase el interés de andar a cuatro patas con algún amplio sector social, no sería raro que juntase adeptos. Sabiendo explotar el ansia de la prensa por la novedad, colocando a tales ideas el marchamo de progresistas y tildando a las opuestas de reaccionarias, el ideólogo se haría con una audiencia quizá no despreciable en número.

Las posibilidades de teorización histórica y de especulación futurista a partir de la tesis dicha son inagotables. Se encontrarían mil ejemplos demostrativos de cómo andar a dos pies va ligado a la alienación, al idealismo hipócrita de los opresores –bajo el que solo yace la sórdida realidad del dominio y la explotación--, reñido con las necesidades y tendencias más naturales de los humanos, expresadas, por ejemplo, en la niñez, cuando apenas rigen los moldes culturales. Se descubrirían sociedades de un pasado remoto en el que la gente habría sido feliz andando a cuatro patas, ¡qué no puede hallarse en la historia cuando se analizan las cosas con una firme intención descubridora! Se elaborarían planes de reeducación para redimir al ser humano de una deformación secular, perennizada por el prejuicio y acaso por castas sacerdotales…

mujer_militar_2 Una caricatura, ciertamente –aunque hoy cabe esperar hasta cosas como esta--. Pero vale la pena para exponer varios rasgos del funcionamiento ideológico.

Llamo aquí ideología a cualquier concepción que se autosupone capaz de explicar plenamente la vida, o lo fundamental de ella, desterrando el sentimiento y la noción de misterio que casi siempre produce la contemplación del mundo y del destino humano. Concepción traducible, por tanto, en una reordenación total y precisa de la sociedad y de los individuos. De esta manera se ve una diferencia esencial entre ideología y religión, por un lado, y entre ideología y ciencia, por otro. Respecto a la religión, porque en ella el sentimiento del misterio es consustancial (lo religioso puede hacerse ideológico, pero ese es otro asunto).

Más arduo se vuelve discernir entre ciencia e ideologías. Las últimas gustan titularse científicas, y la pasión ideológica en el mundo contemporáneo proviene, en parte, de esa aparente aplicación universal del espíritu de la ciencia. No obstante, las ideologías son profundamente anticientíficas en un punto crucial: la ciencia, modestamente, no expone conclusiones absolutas. Aun si fuera factible que la ciencia eliminase por completo el lado misterioso de la existencia, tal eventualidad es en cualquier caso remota; y profetizar tan hipotético logro escapa a la misión y al espíritu científicos. Pero las ideologías dan apresuradamente por supuesta la erradicación del misterio y urden proyectos totalitarios reguladores del destino humano para los que, a falta de conocimientos genuinos, se apoyan en la fetichización de la ciencia y en impulsos emocionales.

man-opening-door-for-lady-tm Las ideologías parten (y crean) una radical insatisfacción con la historia y el estado actual de la humanidad, a los que caracterizan como “alienados” o similares; y conducen a planes de reeducación universal. En la medida en que esos planes tienen éxito, someten la vida humana a una especie de encarcelamiento moral y político. Y en la medida en que su éxito prueba su fracaso –ya que nunca alcanzan sus objetivos--, se quedan en invocaciones rituales de un porvenir feliz que justificaría el absoluto poder actual de los detentadores de la verdad “desalienante”; y en condenas obsesivas del pasado, cuya supuesta maldad sin reservas haría parecer tolerable la desdicha del presente.

 

Sobre el feminismo (II):

Fuerza de las ideologías

4 de Junio de 2010 - 08:51:48 - Pío Moa

Muchas razones explican el ímpetu ideológico del siglo XX. Está el deseo humano de explicación del mundo y de la vida, deseo tan intenso que incluso una racionalización gratuita parece mejor que la impresión sencilla de lo obvio. Decir que andamos erguidos por imposición cultural pasaría por una explicación clara de un fenómeno de otro modo difícil de comprender, quizá nunca comprensible del todo. Y nos deja creer en la posibilidad de cambiar, si quisiéramos, una realidad que de otra forma se nos impone.

feminismo Un ejemplo menos caricaturesco es, por lo que hace al tema del ensayo, el del matriarcado. No existen indicios reales de que tal institución se haya dado jamás. Pero la racionalización del matriarcado proporcionaba una supuesta solución a numerosos problemas históricos, aun cuando muchos vinieran creados, en círculo, por la misma solución. De hecho, no se puede concebir el patriarcado, objeto de las iras feministas, más que por oposición al matriarcado, aunque este no haya existido nunca, de modo similar a como el socialismo se concibe por oposición a un “capitalismo” que, tal como lo describe Marx (sistema basado en el valor trabajo, la plusvalía y la tendencia al descenso de la tasa de ganancia) tampoco ha existido más que en las lucubraciones teóricas. Y aun cuando se partía de la falacia de que el patriarcado tenía que manifestarse de modo absoluto, sin restricciones, con lo que los hechos que lo relativizaban se tomaban por pruebas de una situación matriarcal previa. La interpretación de la historia por esa vía era simple, casi perfecta, y proporcionaba a los feministas un apoyo histórico-social satisfactorio. La religión, pongamos por caso (y cuanto ella condensa como sensación del misterio), quedaba erradicada, era solo un reflejo de la dominación del hombre sobre la mujer.

Con todo, una vía de desarrollo cultural es la profundización en lo obvio, el descubrimiento de problemas en lo que parecía “natural”. En ese sentido las ideologías han desempeñado ocasionalmente un papel de incitadoras a la reflexión. Desempeñado, sin embargo, muy a su pesar, pues la ideología se propone asfixiar a toda costa a la “reacción”. Reacción, por supuesto legítima, contra la ideología, pero que en el vocabulario ideológico cobra un tinte abrumador, metafísico: nada peor que pasar por “reaccionario”.

box1 También se cimenta el éxito ideológico en la idea de una cura radical de la angustia, incertidumbre y dolor humanos. Ninguna ideología olvida prometer notables prodigios al respecto; y no debiera serles difícil cumplir su promesa porque el cuadro pintado por ellas de la realidad actual e histórica resulta tan lúgubre que cualquier cambio debería traer un alivio. No obstante, los frutos prácticos de las ideologías distan de aligerar el ánimo.

A las ideologías las empuja asimismo una propaganda martilleante en torno a conceptos de buen sonido como “emancipación”, “paz”, “libertad”, “igualdad”, etc. Los ideólogos se apropian buenamente de tales conceptos, convirtiendo así a cualquier discrepante de sus recetas en enemigo, no de estas, sino de la “paz”, el “progreso” y demás. Este método, igual que la metafísica de la “reacción”, introduce un pesado elemento coactivo, que muy a menudo quiebra o apabulla la respuesta en términos racionales.

No pesa menos la pretensión ideológica de arrogarse la representación de los intereses “auténticos” o “históricos” de sectores sociales como “la clase obrera”, 2la juventud”, “el pueblo”, “la mujer”, “la raza”, etc., sin que lo gratuito de esta autoasignación disminuya, a menudo, su efecto práctico.

La ideología seguramente más lograda y elaborada es el marxismo. Este, aunque como cuerpo de doctrina se halle hoy en declive, ha dado sustancia y fecundado a casi todas las restantes ideologías, entre ellas la que vamos a tratar, el feminismo, para estudiar la cual nos centraremos en el tercer Informa Hite, titulado nada menos que Las mujeres y el amor (o “Mujeres y amor”, en la mala traducción). Por esa razón se harán también en este estudio paralelismos entre los dos movimientos.

Sobre el feminismo (III).

La propaganda feminista

5 de Junio de 2010 - 09:06:47 - Pío Moa

Aunque entre los feministas hay diversas corrientes, como las había y hay en el marxismo, el ecologismo, etc., la suposición básica de la ideología radica en que las diferencias entre los sexos se ciñen a lo genital, sin más consecuencia social o cultural necesaria, por lo que cualquier otra diferencia es “mala” o arbitraria. De ahí que la diferenciación de los sexos en los papeles, actitudes y talantes sea vista como una imposición cuyo objeto sería crear o afianzar la opresión del varón sobre la mujer.

676000 Entre los elementos de la propaganda feminista se encuentran:

a) Una incitación tenaz a la incorporación e igualamiento de la mujer con el hombre en todos los planos profesionales, políticos, deportivos, etc. Incitación que se expone como progresista y emancipadora.

b) Desvalorización simétrica de las funciones típica y tradicionalmente femeninas, en especial la maternidad, la crianza de los niños y la atención a la casa. Papeles que aparecen con signo neutro en el mejor de los casos, y explícita o implícitamente negativo en la mayoría. “Mujer, tu hogar es tu prisión”. Se trataría de una tara a superar mediante la “socialización” según unos, o adjudicando al varón los mismos papeles que a la mujer en la casa, la crianza, etc., según otros. Lo contrario sería “injusto”.

c) Consideración de la sexualidad como una diversión individual, solo muy secundariamente ligada a la procreación o al establecimiento de vínculos personales estables (lo último no suele defenderse, pero es consecuencia de lo primero).

mujer-mecanica Estos tres aspectos van muy trabados entre sí, aunque el acento recaiga en este o aquel, según las tendencias: el tercero ha sido llevado al extremo por ciertos ácrato-feministas, mientras que los socialismos reales han probado a conciliar el igualitarismo con la institucionalización del matrimonio y de la familia. Conciliación frustrada, desde luego. (Todo lo cual no impide que se insista en que la mujer mantiene su condición femenina quizá algo innecesaria sobre tales bases. Son instructivas las apreciaciones de la prensa en torno a la ministro de Asuntos Sociales, Matilde Fernández, a raíz de su nombramiento: “De ella cuentan que es capaz de imponer orden en una reunión de hombres con solo pegar un buen puñetazo en la mesa”, explicaba admirativamente Cambio 16 (8-8-88), mientras Diario 16, misma fecha, resaltaba “lo femenino”: cuando hace años viajó a Londres para abortar, antes de regresar a España se fue de tiendas por la ciudad del Támesis “porque de alguna manera irse de trapos cura las depresiones”)

109895693_5f690f5d68_o La propaganda feminista posee un alto voltaje emotivo y un arsenal de descalificaciones inmediatas contras las ideas o tendencias discrepantes, tachadas de “reaccionarias”, “machistas”, “sexistas”, opuestas a la “mujer”, cuando no fascistas, oscurantistas, etc. (No siempre la descalificación es abierta. La contraportada del libro La inevitabilidad del patriarcado, de Steven Goldberg desfigura como sigue las tesis del autor: “las características biológicas limitarían drástica y dramáticamente las posibilidades sociales de los seres humanos en función del sexo (…) Prefigurarían de manera rígida las funciones”. Lo dramático, según Goldberg, es la ignorancia deliberada del factor biológico, el cual tampoco determina “rígida” ni “drásticamente”, sino estadísticamente, las funciones sociales. Pero el escritor de la contraportada crea así un prejuicio y desanima al lector, al presentar como tosca e inaceptable la argumentación, en extremo cuidados y matizada, de Goldberg).

Así, las críticas al último Informe Hite, acusado de mala metodología y otros defectos, provocaron un comunicado firmado por varias conocidas feministas y muy publicitado en la prensa useña, que aseguraba: “El ataque conservador al Informe Hite forma parte de la actual reacción conservadora y (…) va dirigido (…) contra los derechos de todas las mujeres”. Por su lado, la autora del informe condenaba “la histérica reacción conservadora contra el proceso irreversible de liberación de la mujer”, felicitándose de que “los ataques se aplacaron después del comunicado conjunto” antes citado. Los efectos de la “reacción conservadora” se pintan con colores espeluznantes: “En América ni siquiera se puede hablar de sexo, y mucho menos pensar en disfrutar de él”, informa Shere Hite con su peculiar sentido de la veracidad.

La similitud con la retórica empleada por los comunistas en los años 20 sorprende; y sugiere un aprendizaje en esa escuela, cosa nada improbable. Pero un rasgo de las ideologías consiste en la reproducción estereotipada de formas de ataque y racionalización. Por ejemplo, tratan de impresionar relegando la razón (La razón es la adversaria más recalcitrante del pensamiento”, cita Hite de Heidegger, un tanto abusivamente) y poniendo en primer plano factores de fuerza semimística: el futuro, o la vida “están con nosotros”; la revolución “es irreversible”; la reacción, aparte de malvada, resulta inútil…

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monumento a la mujer que podemos ver a través de Eurabian News, erigido en Marruecos

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