25 dic 2011

La Natividad de Jesús Visión de la Beata Ana Catalina Emmerich

(tomado de Capilla Católica)

Feliz navidad a todos sin excepción, especialmente a quienes me quieren poco, les deseo que el nacimiento de Nuestro Salvador, este Niño Dios, ablande corazones y conciencias dormidas culposa o negligentemente para que dios mediante todos nos encontremos un día cara a cara con El Creador del universo y podamos decir con Santo Tomas: Señor Mío y Dios Mío, y cantemos su gloria, per omina sæcula sæculorum.

sincera y afectuosamente.

Gladius.

 

Visión de la Beata Ana Catalina Emmerich
   En proceso de Canonización
Alemania 1820

XLIV
Nacimiento de Jesúsancimiento

He visto que la luz que envolvía a la Virgen se hacía cada vez más deslumbrante, de modo que la luz de las lámparas encendidas por José no eran ya visibles. María, con su amplio vestido desceñido, estaba arrodillada en su lecho, con la cara vuelta hacia el Oriente. Llegada la medianoche la vi arrebatada en éxtasis, suspendida en el aire, a cierta altura de la tierra. Tenía las manos cruzadas sobre el pecho. El resplandor en torno de ella crecía por momentos. Toda la naturaleza parecía sentir una emoción de júbilo, hasta los seres inanimados. La roca de que estaban formados el suelo y el atrio, parecía palpitar bajo la luz intensa que los envolvía. Luego ya no vi más la bóveda.

Una estela luminosa, que aumentaba sin cesar en claridad, iba desde María hasta lo más alto de los cielos. Allá arriba había un movimiento maravilloso de glorias celestiales, que se acercaban a la tierra y aparecieron con toda claridad seis coros de ángeles celestiales. La Virgen Santísima, levantada de la tierra en medio del éxtasis, oraba y bajaba la mirada sobre su Dios, de quien se había convertido en Madre. El Verbo Eterno, débil Niño, estaba acostado en el suelo delante de María.

Vi a nuestro Señor bajo la forma de un pequeño Niño todo luminoso, cuyo brillo eclipsaba el resplandor circundante, acostado sobre una alfombrita ante las rodillas de María. Me parecía muy pequeñito y que iba creciendo ante mi mirada; pero todo esto era la irradiación de una luz tan potente y deslumbradora que no puedo explicar cómo pude mirarla. La Virgen permaneció algún tiempo en éxtasis; luego cubrió al Niño con un paño, sin tocarlo y sin tomarlo aún en sus brazos.

Poco tiempo después vi al Niño que se movía y lo oí llorar. En ese momento fue cuando María pareció volver en sí misma y, tomando al Niño, lo envolvió en el paño con que lo había cubierto y lo tuvo en sus brazos, estrechándolo contra su pecho.

Se sentó, ocultándose toda Ella con el Niño bajo su amplio velo y creo que le dio el pecho. Vi entonces en torno a los ángeles, en forma humana, hincándose delante del Niño recién nacido, para adorarlo. Cuando habría transcurrido una hora desde el nacimiento del Niño Jesús, María llamó a José, que estaba aún orando con el rostro pegado a la tierra. Se acercó, prosternándose, lleno de júbilo, de humildad y de fervor. Sólo cuando María le pidió que apretara contra su corazón el Don Sagrado del Altísimo, se
levantó José, recibió al Niño entre sus brazos y derramando lágrimas de pura alegría, dio gracias a Dios por el Don recibido del cielo.
 
María fajó al Niño: tenía sólo cuatro pañales. Más tarde vi a María y a José sentados en el suelo, uno junto al otro: no hablaban, parecían absortos en muda contemplación. Ante María, fajado como un niño común, estaba recostado Jesús recién nacido, bello y brillante como un relámpago. "¡Ah, -decía yo- este lugar encierra la salvación del mundo entero y nadie lo sospecha!"

He visto que pusieron al Niño en el pesebre, arreglado por José con pajas, lindas plantas y una colcha encima. El pesebre estaba sobre la gamella cavada en la roca, a la derecha de la entrada de la gruta, que se ensanchaba allí hacia el Mediodía. Cuando hubieron colocado al Niño en el pesebre, permanecieron los dos a ambos lados, derramando lágrimas de alegría y entonando cánticos de alabanza. José llevó el asiento y el lecho de reposo de María junto al pesebre. Yo veía a la Virgen, antes y después del nacimiento de Jesús, arropada en un vestido blanco, que la envolvía por entero. Pude verla allí durante los primeros días sentada, arrodillada, de pie, recostada o durmiendo; pero nunca la vi enferma ni fatiga

Lea completas las revelaciones referentes a la encarnación de Nuestro Señor Jesucristo

en las purísimas entrañas de nuestra Madre Celestial.

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XXIX - La anunciación del Ángel
XXX - La Visitación de María a Isabel
XXXI - En casa de Zacarías e Isabel
XXXII - Misterios del "Magníficat"
XXXIII - Regreso de José a Nazaret
XXXIV - Nacimiento de Juan. María regresa a Nazaret
XXXV - Preparativos para el Nacimiento de Jesús
XXXVI - Partida de María y de José hacia Belén
XXXVII - La festividad del Sábado
XXXVIII - Los viajeros son rechazados en varias casas
XXXIX - Últimas etapas del camino
XL - Llegada a Belén
XLI - La Sagrada Familia busca refugio
XLII - Descripción de la gruta de Belén
XLIII - José y María se refugian en la gruta de Belén
XLIV - Nacimiento de Jesús
XLV - Señales en la naturaleza. Anuncio a los pastores
XLVI - Señales en Jerusalén, en Roma y en otros pueblos
XLVII - Antecedentes de los Reyes Magos
XLVIII - Fecha del nacimiento del Redentor
XLIX - Los pastores acuden con sus presentes
L - Celebra la Sagrada Familia la fiesta del Sábado
LI - La circuncisión de Jesús
LII - Isabel acude a la gruta de Belén

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