“Sucedió que por aquellos días salió un edicto de César Augusto ordenando que se empadronase todo el mundo. Este primer empadronamiento tuvo lugar siendo gobernador de Siria Cirino. Iban todos a empadronarse, cada uno a su ciudad. Subió también José desde Galilea, de la ciudad de Nazaret, a Judea, a la ciudad de David, que se llama Belén, por ser él de la casa y familia de David, para empadronarse con María, su esposa, que estaba encinta.” – (Lucas 2: 1-5.)
A mediodía
Dieron un rodeo al Norte de la ciudad, acercándose por el lado del Poniente. Se detuvieron bajo un árbol a la vera del camino, y María bajó del asno y aseó su vestido. Entonces San José se dirigió con ella hacía un gran edificio, rodeado de otras construcciones más pequeñas y de patios, que se hallaba a algunos minutos de Belén. También había allí algunos árboles, y muchas personas habían levantado sus carpas en los alrededores. Ésta era la antigua casa de la familia del Rey David, que había sido propiedad del padre de San José. En ella habitaban todavía unos parientes o relaciones, pero éstos lo trataron como extranjero y no quisieron reconocerlo. En esa casa se recibían entonces los impuestos para el gobierno romano. San José, acompañado de
San José entró en el gran edificio. María se encuentra en una casa pequeña que da al patio, con unas mujeres. Éstas son bastante benévolas con ella y le dan de comer… Esas mujeres cocinan para los soldados…
La temperatura es aquí agradable y nada fría; el sol se muestra por encima de la montaña que está entre Jerusalén y Betania. Desde aquí se puede admirar un paisaje bellísimo.
San José se halla en una gran habitación que no está en el piso bajo; le preguntan quién es, y consultan grandes rollos, algunos de los cuales están suspendidos de los muros; los despliegan, y en ellos leen su genealogía y también la de
Cuando estuvo arreglado lo que concernía a San José, se hizo venir también a
Entraron entonces en Belén, cuyas casas están separadas unas de otras por intervalos bastante largos. Se entraba a través de escombros y como por una puerta derruida.
Cuando llegaron a la entrada de otra calle,
Esto se repitió varias veces, y con frecuencia
Volvieron entonces sobre sus pasos, en dirección contraria a la que habían tomado al venir, y luego dieron vuelta hacia el sur. Siguieron una calle que parecía más bien un camino en la campiña, pues las casas se hallaban aisladas y sobre pequeñas alturas. Allí también todas las tentativas fueron inútiles.
Una vez llegados al otro lado de Belén, donde las casas se hallaban aún más dispersas, encontraron un gran espacio vacío, que era como un campo desierto en la ciudad. En él había una especie de cobertizo, y a poca distancia estaba un árbol grande, bastante parecido a un tilo, cuyo tronco era liso, y cuyas ramas se extendían a lo lejos y formaban como un techo alrededor de él.
San José condujo a
¡Qué paciente, qué humilde y qué resignada era
San José volvió lleno de tristeza, pues no había podido encontrar alojamiento…
Fue una vez más de casa en casa, y queriendo hacer más eficaz su solicitud, hablaba del estado de su mujer, lo que, por el contrario, contribuía a que le fuera negada la hospitalidad.
El lugar era solitario; pero algunas personas se habían detenido y miraban de lejos con curiosidad, como se hace de ordinario cuando se ve a alguien que se queda durante largo tiempo, en el mismo sitio a la caída de la tarde…
Por fin volvió San José. Estaba tan avergonzado, que apenas se atrevía a acercarse a
Salieron, pues, de Belén por el lado oriental, siguiendo un sendero desierto que torcía a la izquierda; subía un poco al principio, luego descendía la ladera de un montículo, y los condujo a algunos minutos al Este de Belén, delante del sitio que buscaban, cerca de una colina o de una vieja muralla delante de la cual se hallaban algunos árboles…
En la extremidad meridional de la colina, alrededor de la cual daba vuelta el camino que conducía al valle de los pastores, se encontraba, además de varias otras abiertas en la roca, la gruta en la que San José buscó un refugio para
Era ya tarde cuando llegaron a la entrada de la gruta…
San José condujo al asno bajo el alero que estaba delante de la boca de la gruta; preparó un asiento para
La luz que envolvía a
Cuando había transcurrido una hora desde el nacimiento del Niño Jesús, María llamó a San José, que estaba aún orando con el rostro pegado a la tierra. Se acercó, prosternándose, lleno de júbilo, de humildad y de fervor. Sólo cuando María le pidió que apretase contra su corazón el Don sagrado del Altísimo, se levantó San José, recibió al Niño entre sus brazos y, derramando lágrimas de pura alegría, dio gracias a Dios por el Don recibido del Cielo…
A legua y media más o menos de la gruta de Belén, en el valle de los pastores, había una colina… En las faldas de la colina estaban las chozas de tres pastores… Al nacimiento de Jesucristo, estos tres pastores, muy impresionados ante el aspecto de aquella noche tan maravillosa, se quedaron alrededor de sus cabañas mirando hacia todos lados…
Entonces vieron maravillados la luz extraordinaria sobre la gruta del pesebre… mientras los tres pastores estaban mirando hacia aquel lado del cielo, descendió sobre ellos una nube luminosa, dentro de la cual se dibujaban formas vagas, luego rostros, y finalmente se oyeron cantos muy armoniosos, muy alegres, cada vez más claros. Como al principio se asustaran los pastores, apareció un ángel entre ellos, que les dijo: “No temáis, pues vengo a anunciaros una gran alegría para todo el pueblo. Os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es Cristo, el Señor. Por señal os doy ésta: encontraréis al Niño envuelto en pañales, echado en un pesebre”. Mientras el ángel decía estas palabras, el resplandor se hacía cada vez más intenso a su alrededor… Grandes figuras de ángeles muy bellos y luminosos alababan a Dios cantando:
Gloria in excelsis Deo,
et in terra pax hominibus bonae voluntatis.
Laudamus te,Benedicimus te,Adoramus te,Glorificamus te,
Gratias agimus tibi propter magnam gloriam tuam,
Domine Deus, Rex caelestis, Deus Pater omnipotens.
Domine fili unigenite, Jesu Christe,
Domine Deus, Agnus Dei, Filius patris,
Qui tollis peccata mundi, miserere nobis.
Qui tollis peccata mundi, suscipe deprecationem nostram.
Qui sedes ad dexteram Patris, miserere nobis.
Quoniam tu solus sanctus,Tu solus Dominus,
Tu solus Altissimus, Jesu Christe,
Cum Sancto Spiritu in gloria Dei Patris.
Amen.
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