13 jun 2008

Veneración a Nuestra Señora y a los Santos (latría,hiperdulía, protodulía y dulía)

SI TARDA MUCHO EN CARGAR, ESPERE... ES POR QUE CONTIENE IMÁGENES EN ALTA RESOLUCIÓN
Tomado de paxtv
y fatima adaptado por benito.



La iglesia entendía inicialmente que sólo el cristiano que seguía a Cristo perfectamente entraría inmediatamente en la Jerusalém celestial. Otros entrarían en el fuego purificador del purgatorio "para ser perfeccionados," de donde no saldrían hasta que "no hayas pagado el último céntimo" (Mt. 5, 26; 1 Cor3,13-15). Como la perfección era unirse a Cristo en su muerte, un efecto comenzó a desarrollarse: el mártir. Era el testigo que moría por Cristo, se le percibía como aquel que alcanzaba la meta. De esta manera, durante el tiempo de la persecución la estima hacia aquellos cristianos que fueron asesinados por el odio a la fe llevó a la gente a ensalzar su ejemplo heroico por Cristo.

Así en los primeros siglos de la iglesia, la aclamación popular de santidad a los mártires, la veneración de sus reliquias, la honra de sus nombres en oraciones privadas y litúrgicas canonizó testigos importantes de Cristo en la iglesia universal como ejemplos de la perfecta fidelidad a la que todos los cristianos estamos llamados.

A raíz del edicto de Milán en 311 la persecución acabó y una paz relativa existió, el martirio se convirtió en un ejemplo raro de perfección. La Iglesia comenzó a buscar otros modelos de santidad, otras maneras por medio de las cuales la unión con Cristo pudiese ser testigo a los fieles y al mundo como el vivir diariamente un vida Cristiana en la que se muera al propio yo y se entregue la vida a Cristo. Este testimonio fue encontrado en aquellos cuyo martirio blanco de virtudes heroicas confesaban al mundo el triunfo de la luz sobre las tinieblas, de la gracia sobre el pecado, del nuevo hombre sobre el viejo (Ef 4, 17-24) y así de Cristo sobre Satanás. Por consiguiente, tales testimonios de vida que tenían fama de santidad comenzaron a entrar en los papeles de canonizados y a ser venerados.
La veneración de los santos propuesta por el Concilio de Trento: "Los santos que reinan con Cristo ofrecen a Dios sus plegarias por los hombres. Es por lo tanto cosa buena y útil recurrir a ellos con nuestras súplicas y a fin de obtener los beneficios de Dios a través de Jesucristo, que es nuestro único Redentor y Salvador, apelar a sus ruegos, ayuda y socorro".
Es importante hacer hincapié sobre el hecho de que esta autorizada declaración nos recuerda que todos los beneficios de Dios los obtenemos por intermedio de Jesucristo. "que es nuestro único Redentor y Salvador". Pero venerar a los santos, no nos aparta de Cristo. Cuando oramos a nuestra Señora y a los santos, les rogamos a ellos que gozan del favor de Dios, que intercedan por nosotros ante Dios, a fin de recibir de El, a través de Jesucristo, lo que necesitamos. No pedimos a Nuestra Señora o a los santos que nos concedan favores, sencillamente porque sabemos que no pueden concederlos. A Dios le pedimos que tenga misericordia de nosotros, nos perdone, que nos conceda beneficios. A Nuestra Señora y / o a los santos les pedimos simplemente que interceda por nosotros ante Dios.
Nuestro Señor Jesucristo.
Honramos y veneramos a la Señora y a los santos debido a su santidad. A los santos se les venera porque han sido consagrados y esta veneración redunda en gloria a Dios, de quien recibieron su santidad. A Dios le rendimos culto, le adoramos. A la Virgen María y a los santos los veneramos.

Estas distinciones han sido reconocidas desde los primeros tiempos de la Iglesia a manera de ejemplo mencionaremos al autor del "Martirio de Policarpio" alrededor del año 156 declara: "A Este (Cristo) lo adoramos porque es Hijo de Dios. A los mártires, por otra parte, les ofrecemos amor que debe a los discípulos e imitadores del Señor y teniendo en cuenta su insuperable devoción a su Rey y Maestro".

También San Jerónimo, que murió en 420 escribía: "Mostramos veneración hacia los siervos para que de ellos se irradie hacia el Señor". La Tradición da testimonio de doctrina con tanta frecuencia y en forma tan universal, que no se puede dudar de su origen apostólico.


La iglesia entendía inicialmente que sólo el cristiano que seguía a Cristo perfectamente entraría inmediatamente en la Jerusalém celestial. Otros entrarían en el fuego purificador del purgatorio "para ser perfeccionados," de donde no saldrían hasta que "no hayas pagado el último céntimo" (Mt 5, 26; 1 Cor3,13-15). Como la perfección era unirse a Cristo en su muerte, un efecto comenzó a desarrollarse: el mártir. Era el testigo que moría por Cristo, se le percibía como aquel que alcanzaba la meta. De esta manera, durante el tiempo de la persecución la estima hacia aquellos cristianos que fueron asesinados por el odio a la fe llevó a la gente a ensalzar su ejemplo heroico por Cristo.
Así en los primeros siglos de la iglesia, la aclamación popular de santidad a los mártires, la veneración de sus reliquias, la honra de sus nombres en oraciones privadas y litúrgicas canonizó testigos importantes de Cristo en la iglesia universal como ejemplos de la perfecta fidelidad a la que todos los cristianos estamos llamados.

A raíz del edicto de Milán en 311 la persecución acabó y una paz relativa existió, el martirio se convirtió en un ejemplo raro de perfección. La Iglesia comenzó a buscar otros modelos de santidad, otras maneras por medio de las cuales la unión con Cristo pudiese ser testigo a los fieles y al mundo como el vivir diariamente un vida Cristiana en la que se muera al propio yo y se entregue la vida a Cristo. Este testimonio fue encontrado en aquellos cuyo martirio blanco de virtudes heroicas confesaban al mundo el triunfo de la luz sobre las tinieblas, de la gracia sobre el pecado, del nuevo hombre sobre el viejo (Ef 4, 17-24) y así de Cristo sobre Satanás. Por consiguiente, tales testimonios de vida que tenían fama de santidad comenzaron a entrar en los papeles de canonizados y a ser venerados.

La veneración de los santos propuesta por el Concilio de Trento: "Los santos que reinan con Cristo ofrecen a Dios sus plegarias por los hombres. Es por lo tanto cosa buena y útil recurrir a ellos con nuestras súplicas y a fin de obtener los beneficios de Dios a través de Jesucristo, que es nuestro único Redentor y Salvador, apelar a sus ruegos, ayuda y socorro".

Es importante hacer hincapié sobre el hecho de que esta autorizada declaración nos recuerda que todos los beneficios de Dios los obtenemos por intermedio de Jesucristo. "que es nuestro único Redentor y Salvador". Pero venerar a los santos, no nos aparta de Cristo. Cuando oramos a nuestra Señora y a los santos, les rogamos a ellos que gozan del favor de Dios, que intercedan por nosotros ante Dios, a fin de recibir de El, a través de Jesucristo, lo que necesitamos. No pedimos a Nuestra Señora o a los santos que nos concedan favores, sencillamente porque sabemos que no pueden concederlos. A Dios le pedimos que tenga misericordia de nosotros, nos perdone, que nos conceda beneficios. A Nuestra Señora y / o a los santos les pedimos simplemente que interceda por nosotros ante Dios.


Honramos y veneramos a la Señora y a los santos debido a su santidad. A los santos se les venera porque han sido consagrados y esta veneración redunda en gloria a Dios, de quien recibieron su santidad. A Dios le rendimos culto, le adoramos. A la Virgen María y a los santos los veneramos.

Estas distinciones han sido reconocidas desde los primeros tiempos de la Iglesia a manera de ejemplo mencionaremos al autor del "Martirio de Policarpio" alrededor del año 156 declara: "A Este (Cristo) lo adoramos porque es Hijo de Dios. A los mártires, por otra parte, les ofrecemos amor que debe a los discípulos e imitadores del Señor y teniendo encuenta su insuperable devoción a su Rey y Maestro".

También San Jerónimo, que murió en 420 escribía: "Mostramos veneración hacia los siervos para que de ellos se irradie hacia el Señor". La Tradición da testimonio de doctrina con tanta frecuencia y en forma tan universal, que no se puede dudar de su origen apostólico.

Nuestra Señora los Santos y sus imágenes o estatuas.

Cuando tratamos con algún protestante sobre el tema de Nuestra Señora y los Santos, ellos suelen soltarnos, con aire de vencedores, un confuso aluvión de textos bíblicos fuera de contexto y mal interpretados, con los cuales pretenden justificar su oposición a la doctrina católica. Pero quedan especialmente desconcertados cuando un católico bien instruido en la materia les refuta con sus propias armas, los argumentos bíblicos, lo cual por lo demás no es nada difícil.

Quienes han tenido que debatir con protestantes saben que ellos concentran sus ataques sobre todo contra la Santísima Virgen y sus privilegios y a los Santos. Hoy ya no está de moda atacar al Papado y al clero, como otrora; el blanco preferido es la Madre de Dios, a justo título considerada por esos sectarios como su principal adversaria.

Ahora bien, nosotros los católicos disponemos de respuestas contundentes para todos los falsos argumentos que ellos esgrimen contra Nuestra Señora. Y un lindo regalo que le podemos ofrecer, sería el que nos empeñásemos en ese estudio, para defenderla a Ella, a los Santos y a nuestra Fe.

Acusación y réplica

Casi siempre las discusiones sobre la Virgen comienzan con la siguiente acusación, hecha por algún evangélico: “Dios prohíbe hacer imágenes, y ustedes los católicos, no sólo hacen imágenes de María y los Santos, sino que, lo que es peor, las adoran”.

Veamos bien cómo es esto. Se lee en el libro del Éxodo (20, 4-5): “No harás para ti imagen de escultura, ni figura alguna de las cosas que hay arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni de las que hay en las aguas debajo de la tierra. No las adorarás ni rendirás culto”.

Y en Éxodo (32-33):Mientras Moisés se encontraba en la cima de la montaña, la gente se impacienta y le exigen a Aarón la construcción de un becerro de oro. Dios le informa a Moisés que su gente se ha vuelto idólatra por lo que amenaza con abandonar al pueblo de Israel, pero Moisés intercede por ellos. Sin embargo, cuando él baja y ve lo que han hecho, monta en cólera y destruye las tablas de la ley. Después de pronunciar el juicio contra Aarón y su gente, Moisés sube nuevamente e implora a Dios por el perdón .


Por lo tanto, a primera vista parecería que los protestantes tienen razón. Pero, para confusión de ellos, en otros pasajes de la Biblia el mismo Dios ordena hacer imágenes. Por ejemplo, en el mismo libro del Éxodo (25, 18-19) está escrito: “Harás asimismo dos querubines de oro labrados a martillo, y los pondrás en las dos extremidades del oráculo. Un querubín estará en un lado, y otro en el otro”. Nótese bien, es el propio Dios quien ordena la confección de esos dos ángeles, así como ponerlos a ambos lados del Arca de la Alianza.

Otro pasaje en el cual Dios ordena hacer una imagen se encuentra en el libro de los Números (21, 8): “Y el Señor le dijo [a Moisés]: Haz una serpiente de bronce, y ponla para señal: quien quiera que siendo mordido la mirare, vivirá”. O sea, la orden de Dios a su siervo fiel es hacer una imagen, no para destruirla, sino para que quienes estuvieran enfermos por el pecado y mirasen hacia ella, así se curasen.

Dios no es contradictorio

¿Cómo explicar esta aparente contradicción? ¿Dios prohíbe hacer imágenes, y al mismo tiempo manda hacerlas?

La respuesta es que hacer imágenes no constituye pecado en sí mismo, pero puede serlo dependiendo del fin con que sean esculpidas. Por eso, Dios prohíbe terminantemente producir una imagen con el fin de adorarla como si fuese un dios. Esto se explica porque en aquella época los israelitas estaban rodeados de naciones paganas idólatras –es decir, que creían que las estatuas eran dioses o estaban dotadas de propiedades divinas, y por eso las adoraban– y eran tendientes a imitarlas.

Pero cuando se trata de algo bueno, que sea un símbolo del poder y de la bondad del Creador, Él mismo ordena la confección de imágenes. Hay varios pasajes del Libro III de los Reyes, en los cuales Salomón, al edificar el Templo de Jerusalém, por órdenes expresas de Dios colocó imágenes que servían de adorno e instrucción al pueblo (ver III Reyes 6, 23-32; 7, 25-30).

Siendo así, es encomiable la actitud de los fieles cuando mandan hacer o rezan ante una imagen de la Santísima Virgen o algún Santo. Tales imágenes son una representación que nos ayuda a acordarnos de ellos, amarla e invocarla en el caso de la Virgen y recordar que la perfección a que estamos llamados es posible. Lo mismo ocurre cuando guardamos una pintura, fotografía o escultura de nuestros padres o parientes. Tenemos el gusto de verla, y recordar a las personas.Similar ocurre con los monumentos y estatuas a los héroes de las naciones en todo el mundo y en todas las culturas, también ocurre en las empresas, colegios etc. es que el hombre de por si necesita la representación sensible de las cosas.

En esa lógica se podría llegar incluso ridículamente a decir que los ejércitos son idolatras en masa cuando rinden honores a sus héroes.

Acusar a alguien de “adorar” una fotografía de su madre, sólo porque la besó, sería actuar de un modo protuberante contra el sentido común. Lo mismo sucede con una imagen de madera o yeso que represente a la Virgen María.

¿Imágenes, para qué?

Toda imagen es una representación o símbolo. En la misma Biblia encontramos símbolos que nos ayudan a entender al propio Dios. Por ejemplo el profeta Daniel se refiere al anciano lleno de días, para hacer entender la eternidad de Dios: “Estaba yo observando, hasta tanto que se pudieron unas sillas; y el anciano de muchos días se sentó: eran sus vestiduras blancas como la nieve, y como lana limpia los cabellos de su cabeza; de llamas de fuego era su trono, y fuego encendido las ruedas de éste” (Dan. 7, 9). Si quisiéramos imaginar cómo es Dios, podríamos representarlo aprovechando la imagen descrita por el propio profeta. De modo semejante puede hacerse con relación a Nuestra Señora: haríamos una imagen que nos auxiliase a imaginar a una persona bondadosa, dulce, santa, purísima, etc. No es por casualidad que la gran mayoría de las imágenes de la Santísima Virgen la presentan como Madre, llevando en los brazos al Niño Jesús, y así nos acordamos más fácilmente que Ella es también Madre nuestra.

El católico no adora a la Virgen, pero le presta un culto especial.


El católico adora solamente a Dios. Todas las otras formas de culto que pueden existir están infinitamente por debajo de la adoración (latría) debida única y exclusivamente a Dios. A Jesucristo, por ser verdadero Dios y verdadero hombre, se le tributa también el culto de adoración. Por eso los Reyes Magos lo adoraron.



A los santos les debemos simplemente culto de veneración (dulía), por la alta virtud de que dieron pruebas. Entre los santos, se considera generalmente a San José como el primero de ellos, por la excelencia de sus virtudes y por el hecho insigne de haber sido el padre adoptivo de Nuestro Señor Jesucristo y esposo castísimo de la Virgen inmaculada. Así, la veneración (dulía) que se le presta es como al primero (proto); por lo que el culto a San José es designado como protodulía.

A Nuestra Señora le prestamos un culto diferente –por encima de los santos, aunque evidentemente debajo de Dios– que va más allá (hiper) de la dulía, y por eso llamado por la teología hiperdulía. O sea, es la propia veneración, pero elevada a un grado tan excelso que forma un culto aparte, único y admirable. Ese culto a la Santísima Virgen es superior a la especial veneración que se debe a San José, y está inconmensurablemente (no infinitamente) por encima de la veneración a los demás santos. Esto se debe a que Ella es la Madre de Dios, y también a su excelsa santidad, que excede inmensamente a la de todos los ángeles y santos, hasta el punto de haber sido llamada por el Arcángel San Gabriel, embajador del Dios altísimo, “llena de gracia” (Lc. 1, 28).

¿No es exagerado que haya muchas imágenes de la Virgen?

Todos conocemos a madres que poseen numerosas fotografías de sus hijos, aunque éstos habiten la misma casa y ellas los vean diariamente. La razón de esto salta a la vista: solamente desean tener consigo algo que siempre les recuerde a sus seres queridos. Es tan sólo una de las manifestaciones del amor materno.

¿Porqué entonces un católico no puede tener varias imágenes o representaciones de Nuestra Señora en su casa? Así como una madre aprecia las fotografías de sus hijos cuando niños, cuando se graduaron, se casaron, etc., así también nosotros los católicos, sentimos placer en recordar las diversas gracias y virtudes de María Santísima, y nos regocijamos en representarla como Madre, Reina, Auxiliadora, Consoladora, Inmaculada, etc.

Nada hay de exagerado en esta actitud, que es apenas una forma de expresar nuestro amor filial.


2 comentarios:

  1. Anónimo15:07:00

    Nótese bien, es el propio Dios quien ordena la confección de esos dos ángeles, así como ponerlos a ambos lados del Arca de la Alianza.
    “Y el Señor le dijo [a Moisés]: Haz una serpiente de bronce, y ponla para señal: quien quiera que siendo mordido la mirare, vivirá”. O sea, la orden de Dios a su siervo fiel es hacer una imagen

    QUIEN LO ORDENO-DIOS

    PARA QUE - PORQUE ERA LA SEÑAL QUE EN UN MADERO SE DERROTARIA A SATANAS O SERPIENTE ANTIGUA.

    PORQUE-SIMPLEMENTE ES DIOS NO PREGUNTES .



    DIOS ES DIOS QUIEN LE DIRA QUE NO HASER EN CAMBIO SI EL NOS DISE NO HASER IMAGENES NO TENEMOS QUE HASERLAS NO PODEMOS COMPARARNOS CON DIOS ESPERO ESTO HABRA TU MENTE PORQUE EN LA BIBLIA TAMBIEN SE HABLA DE NO CUESTIONAR EL ACTUAR DE NUESTRO DIOS QUIEN UNIO MINERAL Y ENERGIA PARA CREAR AL HOMBRE .

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  2. Anónimo10:43:00

    Parece que no entendiste nada de lo que leíste. si lees como HOMINIBUS BONAE VOLUNTATIS, sin esos prejuicios protestantoides no te seria nada difícil el adherir a la verdad. Dios prohíbe terminantemente producir una imagen con el fin de adorarla como si fuese un dios. fíjate en la diferencia entre Dios y dios. Por otro lado trata de cultivar un poco la ortografía ya que esta es reflejo de intelectualidad e intelección y un comentario carente de buena escritura por lo general pierde validez.

    El Profe.

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