La joven Martir en Un Martirio en los tiempos de Diocleciano,
por Paul Delaroche Jeune Martyre, 1855
El martirio: fuente de vida sacramental
El martirio cristiano es un acto de sobrenatural fortaleza consistente en asumir voluntariamente la muerte por la fe o por otra virtud cristiana, “obligado” por parte de un enemigo de la fe.
El martirio es una gracia especial. Son muchos los que han muerto dejando todo para que “súbitamente”, sin enfermedad, sin tener que morir, encuentren la muerte por sus creencias religiosas. Recordamos cómo los primeros cristianos morían en los circos cantando porque iban convencidos al encuentro del Señor. Morían por el solo hecho de ser cristianos, como tantos hermanos mueren y han muerto por llevar una cruz o anunciar a Cristo.
Lo máximo que han podido dar ha sido: la vida, siendo así que el martirio tiene mucho que ver mucho con la vida en Dios, vida en Cristo, vida de la Iglesia, vida sacramental. Si una persona todavía no es cristiana pero desea serlo, el martirio de ésta suple a los sacramentos de Iniciación Cristiana, y por tanto, la inserta en Cristo y en la Iglesia. El baño en la muerte martirial tiene la misma dinámica que el bautismo, ya que el mártir se sumerge en la muerte de Cristo para resurgir con él a la vida nueva. De alguna manera, es elevado en la cruz, como lo fue Cristo, dando testimonio, viéndole todo el mundo clavado, como al mártir, viéndole todos, muerto, burlándose. El mártir es otro “Cristo”, que ha saboreado mejor que nadie el cuerpo y la sangre del Señor.
Pero también el martirio tiene sus paralelismos con los demás sacramentos en el sentido de la teología-salvación. Con el sacramento del Orden, en cuanto a sacerdocio de todo bautizado, el mártir es constituido mediador, es decir, entre una acción mediativa propia del sacerdocio común de los fieles con otra representativa por referirse a una dimensión eclesial. Con el sacramento de la penitencia ya que el mártir se hace signo de que el pecado existe en el mundo y que con su muerte demuestra que existe el bien, perdonando. Con la Unción de enfermos, se opera la salvación del sujeto ya que por el baño-unción en sangre se limpian las condiciones precarias de salud, se acerca más a Cristo en padecimiento y muerte en cruz y se va haciendo vida el que está agonizando por la semejanza del sufrimiento de Cristo. Y con el matrimonio, como Cristo ama a su Iglesia y la quiere hasta dar la vida por ella, así el mártir en cierto sentido ama a Cristo en el sacrificio (cualidad), hasta el último momento (intensidad) y un amor único a Dios y a la Iglesia (finalidad).
La vida, entonces, martirial y sacramental convergen en tres raíces principales: en su origen, que la tiene en la Pasión-Muerte de Cristo; en la naturaleza de sus acciones sacramentarias, en relación a la naturaleza del evento martirio, signo también de la realidad de la presencia de Cristo; y en su fin, que es el “eschaton”, la patria celeste.
En todo caso, el martirio es fuente de vida y santidad, como lo es el sacramento cuando se hace presente Cristo para salvarnos.
lacomunidad.elpais
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