7 abr 2012

Santoral (Beata Ursulina de Parma)

 
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LA BEATA URSULINA DE PARMA

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Antes de ayer, con motivo de la festividad de San Vicente, hicimos referencia a los acontecimientos que tuvieron lugar en el agitado siglo XIV.

A este siglo perteneció también la Beata Ursulina de Parma.

La Beata Ursulina, como San Vicente Ferrer, como Santa Coleta y otras grandes almas que florecieron en aquel período luctuoso de la Iglesia y de la Historia, fue ángel protector colocado por Dios en el mundo, para que desplegase sus blancas alas, y volando hacia el cielo mostrase a los hombres el camino de la verdadera felicidad.

Toda la vida de la Beata Ursulina de Parma, hállase esmaltada de hechos sobrenaturales. Las celestiales apariciones y el milagro alternan en la vida de la Santa durante su peregrinación por la tierra. El narrador, como en la vida de San Patricio, apóstol de Irlanda, camina de maravilla en maravilla.

Apenas Ursulina aparece en su cuna, ya muestra Dios para con ella el tesoro de sus divinas gracias. Desde el 14 de Mayo de 1375, día en que la ciudad de Parma tuvo la honra de contar entre sus hijos a la beata Ursulina, hasta el de su dichoso tránsito a la morada celestial, ocurrido en Bolonia el 7 de abril de 1408, no hay momento en que Dios no favorezca sus generosas dádivas el piadoso corazón de su predilecta sierva.

A los cuatro meses, ya pronunciaba Ursulina delante de su madre, con voz clara y segura, estas palabras: Dios, Nuestro Señor.

Y para darnos idea de la abundancia de gracias con que enriquecióla el cielo, baste decir que su madre, obligada por grave enfermedad, tuvo que delegar sus funciones maternales en una nodriza que se hizo cargo de nuestra Santa, ésta, a pesar de su temprana edad, la repelió bruscamente, denotando en su tierno semblante gran repugnancia y asco. Después se supo que aquella mujer llevaba en su vida privada una conducta muy poco edificante. La niña adivinó lo que muchas personas de edad provecta no habían llegado a sospechar. La pureza de su alma rechazaba el hedor de un alma podrida.

(CONTINUARÁ… Pág. 143)

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