DIA 12 DE NOVIEMBRE DIA QUINTO DEL
SANTO EJERCICIO DEL MES DE MARIA
DIA QUINTO
CONSAGRADO A HONRAR LA PRESENCIA
DE MARIA EN EL TEMPLO
ORACIÓN INICIAL
PARA TODOS LOS DÍAS DEL MES.
¡Oh
María! Durante el bello mes que os está consagrado, todo resuena con vuestro
nombre y alabanza. Vuestro Santuario resplandece con nuevo brillo y nuestras
manos os han elevado un trono de gracia y de amor, desde donde presidís
nuestras fiestas y escucháis nuestras oraciones y votos.
Para honraros, hemos esparcido frescas flores a vuestros pies y adornado vuestras frentes con guirnaldas y coronas. Mas, ¡oh María!, no os dais por satisfecha con estos homenajes; hay flores cuya frescura y lozanía jamás pasan y coronas que no se marchitan. Estas son las que Vos esperáis de vuestros hijos; porque el más hermoso adorno de una madre, es la piedad de sus hijos y la más bella corona que pueden deponer a sus pies es la de sus virtudes.
Sí, los lirios que Vos nos pedís son la inocencia de nuestros corazones. Nos esforzaremos pues, durante el curso de este mes consagrado a vuestra gloria, ¡oh Virgen santa!, en conservar nuestras almas puras y sin mancha y en separar de nuestros pensamientos, deseos y miradas, aun la sombra misma del mal.
La rosa cuyo brillo agrada a vuestros ojos, es la caridad, el amor a Dios y a nuestros hermanos. Nos amaremos pues, los unos a los otros, como hijos de una misma familia cuya madre sois, viviendo todos en la dulzura de una concordia fraternal. En este mes bendito, procuraremos cultivar en nuestros corazones, la humildad, modesta flor que os es tan querida y con vuestro auxilio llegaremos a ser puros, humildes, caritativos, pacientes y resignados.
¡Oh María, haced producir en el fondo de nuestros corazones, todas estas amables virtudes; que ellas broten, florezcan y den al fin frutos de gracia, para poder ser algún día, dignos hijos de la más santa y de la mejor de las madres. Amén.
Para honraros, hemos esparcido frescas flores a vuestros pies y adornado vuestras frentes con guirnaldas y coronas. Mas, ¡oh María!, no os dais por satisfecha con estos homenajes; hay flores cuya frescura y lozanía jamás pasan y coronas que no se marchitan. Estas son las que Vos esperáis de vuestros hijos; porque el más hermoso adorno de una madre, es la piedad de sus hijos y la más bella corona que pueden deponer a sus pies es la de sus virtudes.
Sí, los lirios que Vos nos pedís son la inocencia de nuestros corazones. Nos esforzaremos pues, durante el curso de este mes consagrado a vuestra gloria, ¡oh Virgen santa!, en conservar nuestras almas puras y sin mancha y en separar de nuestros pensamientos, deseos y miradas, aun la sombra misma del mal.
La rosa cuyo brillo agrada a vuestros ojos, es la caridad, el amor a Dios y a nuestros hermanos. Nos amaremos pues, los unos a los otros, como hijos de una misma familia cuya madre sois, viviendo todos en la dulzura de una concordia fraternal. En este mes bendito, procuraremos cultivar en nuestros corazones, la humildad, modesta flor que os es tan querida y con vuestro auxilio llegaremos a ser puros, humildes, caritativos, pacientes y resignados.
¡Oh María, haced producir en el fondo de nuestros corazones, todas estas amables virtudes; que ellas broten, florezcan y den al fin frutos de gracia, para poder ser algún día, dignos hijos de la más santa y de la mejor de las madres. Amén.
CONSIDERACION
Tres años habían pasado desde el día del
nacimiento de María, cuando el prematuro desarrollo de su razón advirtió a sus
ancianos padres que había llegado la hora de la separación, dando cumplimiento
al voto que habían hecho de consagrar a Dios el primer fruto de su matrimonio.
Con el corazón partido de dolor, los dos ancianos
esposos tomaron el camino de Jerusalén para depositar en el templo el tesoro más
caro de sus corazones, el consuelo de su vejez y el último embeleso de su hogar
tanto tiempo solitario. Entre tanto, María deja alegre y contenta aquel hogar
querido, porque si amaba tiernamente a sus padres, suspiraba por vivir en la
amable soledad del santuario para consagrarse a Dios. Largos le parecían los
caminos que veía serpentear a través de las montañas y llanuras, y cuando,
desde el fondo del valle, vio levantarse las altas cúpulas que protegían la
santa casa del Señor, su tierno corazón se derretía en santos afectos y
palpitaba de la más dulce alegría.
¿A donde vas, tierna niña, cuando apenas despunta
en ti la alborada de la vida? ¿Por qué tan presto abandonas el techo de tu
hogar y el regazo y las caricias de tu madre? ¿Por qué te desprendes de sus
brazos amorosos para entregarte en manos de personas desconocidas, en las
cuales no hallarás la ternura maternal? – “El pájaro, encuentra abrigo,
responde, y la tórtola su nido: y yo tímida paloma, voy a buscar mi nido en los
altares del Señor.” – Oigo una voz que me habla al corazón y me dice: “Hija
mía, olvídate de tu pueblo y de la casa de tu padre, y el Rey se complacerá en
tu belleza.” “Yo voy en seguimiento de mi amado, porque Él es todo para mí, y
yo soy toda para Él”.
Colocada la hermosa niña a la sombra del santuario
del Dios de Israel, sólo se ocupó en prepararse para desempeñar la más augusta
misión que se haya confiado a humana criatura. Puesta en manos del Sumo
Sacerdote, subió en compañía de los ángeles los escalones del santuario y se incorporó
entre las vírgenes de Sión. Tierna planta que crecerá al abrigo del mundo,
fecunda por el calor de la caridad divina y regada por manos de los ángeles.
Hay en el mundo ciertas almas privilegiadas a
quienes Dios llama al retiro y a la amable soledad del claustro. Con mano
amorosa las escoge entre la multitud, las segrega el mundo y las conduce al
silencio de su templo y de su casa para hacerlas sus esposas.
Esas almas comienzan a sentir entonces un vacío
que no pueden llenar los más dulces placeres y los más agradables pasatiempos
de la vida. Atraídas por un encanto irresistible, suspiran por la soledad y
buscan en su seno la paz y el gozo que les niega el mundo, y como tímidas
palomas, atraídas por el perfume del incienso, forman su nido en las grietas
del santuario. Allí Dios les habla al corazón, y al escuchar su voz dulcísima,
cortan todos los lazos que la ligan al mundo y se entregan por entero a su
servicio.
Dios quiere víctimas sin mancha, y no los restos
despreciables, sino las primicias del corazón. No querer pertenecer a Dios
desde temprano, es exponerse a no pertenecerle nunca, porque esa dilación
voluntaria y culpable lo aleja de las almas y acaso para no volver a tocar la
puerta que no se abrió a sus primeros toques.
EJEMPLO
María
Virgen Clemente.
Santa María Egipcíaca, célebre penitente que hace
recordar en sus extravíos y penitencia a la pecadora del Evangelio, debió a
María su maravillosa conversión. Diecisiete años hacía que esta joven disoluta
llevaba en Alejandría una vida de escándalos, cuando se embarcó un día para
Jerusalén entre muchos cristianos que iban a celebrar la fiesta de la
Exaltación de la Santa Cruz. Allí continuó en sus desórdenes sin tener
consideración que se hallaba en el teatro mismo en que se operó la redención del
mundo. Pero un día en que los fieles entraban en el templo para adorar la Santa
Cruz, quiso ella seguirlos, pero sin intención de ejecutar un acto de cristiana
piedad. Era allí donde la divina misericordia la aguardaba para torcer el rumbo de esta barca rota, que
fluctuaba en medio de la tempestad mundana. Cuando intento penetrar en la
Iglesia, sintió que una mano invisible la detenía, y cuantos mayores eran sus
esfuerzos, tanto más poderosa era la fuerza que la detenía.
Este prodigio abrió los ojos de la pecadora, y
comprendió que sus enormes delitos la hacían indigna de ver y adorar al sagrado
madero en que Jesucristo obró nuestra redención. Una luz interior iluminó todo
su pasado y se presentaron a su mente todas sus culpas como un escuadrón de
espectros infernales. Confusa, avergonzada de de si misma y deshecha en
lágrimas, alzó la vista al cielo, y vio una imagen de María que coronaba la
fachada del templo. Se acordó entonces, que en los años de su inocencia, había
oído decir que María era Madre de Misericordia, y exclamó en medio de sus
sollozos: “¡Tened compasión de esta infeliz criatura, oh vos que sois el
refugio de los pecadores! Pues siendo yo la mayor de todas, tengo particular
derecho a vuestra protección. No merezco que Dios derrame sobre mí las gracias
que derrama hoy sobre tantas almas fieles que se aprovechan de la sangre de
Jesucristo; pero a lo menos, no me niegues el consuelo de ver y adorar en este
día el sacrosanto madero en que mi dulce Redentor obró la salvación de mi alma.
Yo os prometo, Señora, que después de este favor, me iré a un desierto a llorar
mis pecados por el resto de mi vida, y a perder en la soledad hasta la infeliz
memoria del mundo a quien he servido”.
Animada entonces de una dulce confianza, entra a
la Iglesia sin resistencia; y postrada de nuevo a los pies de la Santísima
Virgen, le pide que sea su conductora en el camino de la salvación. No bien
había terminado su oración, cuando oye, como de lejos, una voz que le dice:
“Pasa el Jordán, y hallarás descanso”.
Salió entonces de la ciudad, llevando tres panes
por toda provisión. Llegó al anochecer a las orillas del Jordán, y paso toda la
noche orando en una iglesia dedicada a San Juan Bautista. A la mañana siguiente
purificó su alma en las aguas de la penitencia, recibió la sagrada Eucaristía y
pasó el río en una embarcación que halló en la ribera. El desierto la recibió
en sus impenetrables soledades y la ocultó durante cuarenta y siete años a las
miradas del mundo. Allí no tuvo más sustento que raíces silvestres, ni más compañía
que las aves del cielo. La oración y la penitencia eran sus ocupaciones y su
delicia, las lágrimas su pan de cada día, y los recuerdos del mundo y las
sugestiones de la concupiscencia sus implacables enemigos.
Dios permitió que al morir recibiese la visita de
San Zósimo, primera y única persona a quien vio durante los años que vivió en
el desierto. De su mano recibió el viático de los moribundos, después de
haberle revelado los secretos de su conversión y de su vida penitente para
edificación del mundo y eterno testimonio de la misericordia de María.
JACULATORIA
Ven a mi amparo, Señora,
Que un pecador os implora.
ORACION
¡
¡Oh María! al considerar vuestra pronta, entera e
irrevocable consagración, en los más tiernos años de vuestra vida, al veros como
la paloma, ir a construir vuestro nido en el silencio de la casa del Señor y
lejos de la Babilonia del mundo, venimos a suplicaros, os dignéis despertar en
nosotros el deseo de imitaros en vuestra entera consagración al servicio de
Dios, esposo y padre de nuestras almas. Los años de nuestra vida, han
transcurrido, Señora nuestra, en la disipación y en la tibieza, dividiendo
nuestro corazón entre Dios y el mundo y acaso dando a este la mejor parte. ¡Cuantas
veces hemos desoído los llamamientos divinos y seguido las inspiraciones de
nuestro amor propio y las sugestiones del demonio! ¡Cuantas veces Jesús ha
venido a tocar a la puerta de nuestro corazón en solicitud de un recibimiento
amoroso, y la encontrado sordo a sus clamores y ocupado en afectos terrenos y
miserables!
¡Ah! Señora nuestra, vos que sois nuestra guía y
maestra, nuestra modelo y protectora, dignaos inspirarnos un amor ardiente a
Dios para consagrarnos desde hoy a su servicio, ahogando todo afecto que no le
tenga a El por principal objeto. No más afecciones puramente terrenas, no más
horas perdidas en vanos intereses, no más pensamientos pecaminosos, no más
entretenimientos inútiles, no más amor por las riquezas, honores y deleznables
placeres del mundo. Yo quiero seguiros, dulce Madre, y penetrar con Vos en el
santuario del Dios de las virtudes y buscar allí mi reposo y mi morada para no
pensar ya en otros intereses que en los de mi santificación. Y ya que no se me
da morar con vos en la soledad y apartamiento del mundo, permitidme al menos hacer
de mi corazón un santuario de virtudes y de mi alma una morada del Dios vivo,
para disfrutar allí de las dulzuras que están reservadas a los felices
moradores de la soledad y a los fieles servidores del Señor. Amén.
PRACTICAS ESPIRITUALES
1. Hacer
una fervorosa comunión espiritual pidiendo a Jesús, por la intercesión de María
que nos conceda un intenso amor a Dios
2. Abstenerse,
por amor a María, de toda palabra de murmuración o de crítica.
3. Hacer
un cuarto de hora de lectura espiritual.
ORACION FINAL
PARA TODOS LOS DIAS
¡Oh
María, Madre de Jesús nuestro Salvador y nuestra buena Madre!, nosotros venimos
a ofreceros con estos obsequios que colocamos a vuestros pies, nuestros
corazones deseosos de seros agradables y a solicitar de vuestra bondad, un
nuevo ardor en vuestro santo servicio.
Dignaos presentarnos a vuestro Divino Hijo, que en vista de sus méritos y a nombre de su Santa Madre, dirija nuestros pasos por el sendero de la virtud. Que haga lucir con nuevo esplendor, la luz de la fe sobre los infortunados pueblos que gimen por tanto tiempo en las tinieblas del error; que vuelvan hacia Él y cambie tantos corazones rebeldes, cuya penitencia regocijará su corazón y el vuestro.
Que
confunda a los enemigos de su Iglesia y que en fin, encienda por todas partes
el fuego de su ardiente caridad; que nos colme de alegría en medio de las
tribulaciones de esta vida y de esperanza para el porvenir. Amén.Dignaos presentarnos a vuestro Divino Hijo, que en vista de sus méritos y a nombre de su Santa Madre, dirija nuestros pasos por el sendero de la virtud. Que haga lucir con nuevo esplendor, la luz de la fe sobre los infortunados pueblos que gimen por tanto tiempo en las tinieblas del error; que vuelvan hacia Él y cambie tantos corazones rebeldes, cuya penitencia regocijará su corazón y el vuestro.
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