ANÉCDOTAS DE PERSONAS HEROICAS
Al fallecer fray Tomás de Torquemada, primer confesor de Isabel, el cardenal Mendoza aconsejó a su soberana que nombrase como confesor a fray Hernando de Talavera, hombre virtuoso y de grandes merecimientos. Al ser presentado, la Reina le expuso sus deseos. El humilde fraile dijo: "Acepto el cargo, Señora, honrosísimo para mí. Y permitidme una pregunta: ¿Cuándo he de empezar a ejercerlo?" E Isabel le contestó: "Ahora mismo, si os place." Entonces el monje se sentó en una silla e indicó con respeto a la Reina que se pusiera de rodillas, como cualquier otro penitente. Isabel se quedó sorprendida. Sus anteriores confesores se habían arrodillado ante ella como muestra de deferencia hacia su persona. "Reverendo Padre -dijo-, la costumbre indica que ambos debemos arrodillarnos." Fray Hernando respondió: "Hija mía, la confesión es el tribunal de Dios, en el que no existen reyes ni reinos, sino simplemente pecadores, y yo, a pesar de mi indignidad, soy Su ministro. Lo justo es que yo me siente y vos os arrodilléis." Al oír esta respuesta, exclamó la Reina: "Éste es el confesor que yo busco", e hincóse de rodillas ante el sacerdote para confesar sus pecados.
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