Sábado 10 de Septiembre de 2011
Fernando Chomali, Arzobispo de Concepción
El aborto “terapéutico” es una acción que tiene por finalidad eliminar la vida del concebido para salvaguardar la salud o la vida de la madre que lo lleva en sus entrañas. O sea, el medio para lograr la salud de la madre es dándole muerte al concebido.
Esta disyuntiva en la que para salvar la vida de la madre hay que terminar con el embarazo, y ello procurando un aborto, en la práctica es muy escaso, si no inexistente, como la literatura médica lo demuestra. El concepto de terapéutico es abusivo, porque terapia significa curar, sanar, pero en ningún caso eliminar la vida de un ser humano, y menos si es inocente.
Algunas personas insisten en darle cabida en la legislación chilena al llamado aborto “terapéutico” amparados por una definición muy amplia de salud, la que no sólo sería estar libre de enfermedades, sino que encontrarse en completo bienestar físico, psicológico, social.
Bajo esta perspectiva, algunos consideran que si el embarazo amenaza la “salud” de la madre entendida en este sentido, todo aborto sería terapéutico. Lo cual es una aberración.
Existe una gran desproporción entre los beneficios que puede significar un hijo menos que alimentar y educar, evitar una situación de desequilibrio psicológico a una mujer que no desea un embarazo, o “salvar su honra” si fue violentada sexualmente, y terminar con la vida de un ser humano inocente, que no es más que la negación del derecho básico que tiene todo ser humano a que se le vea respetada su vida, y de modo especial si es inocente. No hay razón alguna que justifique este hecho.
Además, el aborto “terapéutico” constituye la negación del ethos mismo de la medicina, que consiste en curar, hacer el bien posible, y nunca dañar. Asimismo, parte de la errada idea de que la vida de la madre vale más que la del hijo. Ello es insostenible desde cualquier punto de vista, dado que el valor de una persona humana y su dignidad es independiente del estadio de desarrollo en el que se encuentre o su salud. El médico, en casos delicados propios de su práctica profesional, ha de tener siempre presente que está en presencia de dos pacientes, y a ambos ha de procurarles la mejor atención posible.
Otra cosa muy diferente es que en el contexto del cuidado que el médico le procura a la madre para sanarla de una lesión o enfermedad grave, como consecuencia no querida ni buscada se produzca el fallecimiento del fruto de la concepción. En este caso no estamos frente a un aborto procurado sino que a otra figura, que desde el punto de vista moral es completamente distinta. Primero, porque la sanación de la madre no se logró con la eliminación del no nacido, y segundo, porque realizar una terapia es siempre lícito, aunque se siga de ella una consecuencia tan lamentable, como es la muerte del aún no nacido.
Quienes pretenden introducir el concepto de aborto terapéutico, lo que quieren es liberalizar el aborto bajo cualquier condición tal como ha acontecido en muchos lugares del mundo. Y es bueno que lo digan abiertamente. El aborto procurado —es decir, la eliminación del fruto de la concepción desde el momento de la fecundación hasta el nacimiento— es un delito grave, siempre fue considerado así y claramente inmoral. Hoy, lamentablemente muchos lo consideran un derecho. Ello ha llevado a que el Papa plantee que nos encontramos en una auténtica conjura en contra de la vida, que ha generado una verdadera cultura de la muerte. Junto a esta denuncia nos invita a que trabajemos incesantemente por una cultura de la vida, en la que cada ser humano sea respetado.
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