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SAN PEDRO GONZÁLEZ TELMO
Aquellos que han nacido arrullados por el oleaje del mar o vivieron algún tiempo en poblaciones marítimas, sentirán una tierna predilección hacia este Santo protector de la gente navegante.
¡San Telmo!... Él y la Virgen del Carmen, comparten la devoción de las familias marineras. Vedlos, en sencillas estampas, ocupando los testeros principales de humildes alcobas, donde se congregan ya los ancianos padres, ya la esposa y los hijos del intrépido piloto o el sufrido pescador.
San Telmo aparece en la estampa revestido con su hábito dominicano, y portando en su diestra una barquilla. La virgen desliza sobre ondas embravecidas los pliegues de su veste carmelitana, y arroja a varios náufragos el santo escapulario del Carmelo, a cuyas cintas, como única áncora de salvación, pugnan por asirse los que se hallan a merced de las olas. al fondo de uno y de otro grabado, las nubes se amontonan y el mar se alza iracundo...
La vida de este Santo, nos trae a la memoria, alguna que otra escena de que fuimos testigos en la niñez, y al evocarlas, el corazón se agita dulcemente y en los ojos flota algo que parece anunciarnos humedades próximas... Contemplamos alborotado el undoso piélago marino; cerrado el horizonte; zamarreada por fuerte viento la lona de una embarcación... Zumba el aire contra el cristal de las viviendas; desciende el agua en goterones gruesos; relampagueando cruza el heraldo de la tormenta; hórrido tableteo se esparce por la inmensa cúpula cobriza que guarece la ciudad... Y en una modesta habitación, con la pupila del recuerdo, percibimos, distinguimos unas pobres mujeres y unos niños inocentes que rezan, rezan... ante las chillonas litografías de la virgen del Carmen y San Telmo. Y la luz, la lucecilla débil que abrillanta con su aceitosa llama el cromo tosco de las dos imágenes; aquella misma luz, parpadeante, disciplinada por una ráfaga de aire sutil que se filtra por las junturas de vidrios mal encajados, destaca ahora su brillo en la penumbra de nuestros ya lejanos recuerdos...
¿Quiénes son aquellas mujeres y aquellos niños? Son las esposas y los hijos del que por ellos, en la extensión de los mares, a bordo de un barco velero, brava y honradamente amasa con el sudor de su trabajo rudo el cotidiano pan...
No hay hogar de pescador o marinero, donde en esos días tristes de tempestad y borrasca, deje de ostentarse el cuadro del Carmen y el cuadro de San Telmo.
(CONTINUARÁ… pag. 308)
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